LLUIS PUIG BARELLA

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Carmen (1976). Óleo sobre tela. 46 x 39 cm. Lluis Puig Barella.


Paisaje. Óleo sobre lienzo, 18 x 24 cm. Lluis Puig Barella.


El pescado y los limones. Óleo sobre lienzo, 55 x 46 cm. Lluis Puig Barella.


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Entre olivos. 55 x 46 cm. Lluis Puig Barella.


BIOGRAFÍA:


Lluis Puig Barella (1978)

Tres causas influyeron de manera fundamental en la Obra de Lluis Puig Barella; por un lado, su admiración hacia los grandes Maestros Italianos: Massaccio, Giotto, Botticelli, Fra Angélico, Rafael, que de muy joven le apasionaron allá por los años 1910, siendo todavía un muchacho de 15 años. Por otro su amistad con Joaquín Torres García que fue su primer Maestro y gran amigo, a partir de 1913; y por otro el impacto que le causa Amadeo Modigliani y sus cuadros, al serle presentado en París por el pintor Manuel Humbert, en 1918.

Es por lo que su obra tiene esa rica mezcla de Noucentismo -Simbolismo - Primitivismo; sin duda causado por el aglutinante de las tres causas mencionadas.

Luis Puig Barella, nace en Barcelona en 1894. Cursa sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de la Lonja, asistiendo después a la Esco-la D'Art, que dirige Francisco de A. Gali y también a la Escola deis Bells Oficis, sin dejar de acudir al Cículo Artístico, donde desde los 14 años, pinta y dibuja con gran soltura del natural. Fueron sus Maestros en la Lonja el Escultor Enrique Monjo (Anatomía), Calvo Verdonces (Pers-pectiva), Climent Navarro (Dibujo).

A los trece años, junto con sus amigos y vecinos, el pintor José Obiols y el Poeta Foix, se pasa horas y horas en casa de Joaquín Torres García, a la sazón vecino también de Sarria; observando, charlando, cambiando impresiones, recibiendo consejo, familiarizándose con los dibujos y bocetos que su Maestro prepara -Prat de la Riba ya le había encargado la Decoración y Restauración del Palacio de la Di-putación- Todas las tardes y domingos están acompañándole en su Taller y admirando sus pinturas. Es por esta época cuando comienzan sus primeros trabajos. En la Fiesta Mayor de Sarria, Juegos Florales y Efemérides, publican unos programas, en los que Foix hace el texto y Puig Barella y Obiols los dibujos e ilustraciones.

Cuando Torres García funda en 1912, con una subvención de la Diputación, la Escola de Decorado, se lleva a sus tres jóvenes amigos y discípulos con él y empiezan a colaborar y a estudiar en dicha Escuela, donde comienzan a recibir sólidos conocimientos de pintura y decoración. Esta primera época de Torres García, influirá de una for-ma decisiva durante bastantes años, en la obra de Puig Barella, ya que traba con él una amistad, que con los años se hace entrañable, y que durará hasta su partida de España.

En 1914 se funda en Barcelona una Revista en la que colaboran: Esteve-Monegal, Ventura Gassol, Fontanals, Marqués-Puig, Jaime Guardia, Tomás Aymat, Foix, José Obiols, Eugenio D'ors, Manuel Hum-bert, y también Puig Barella. Las reuniones se celebran en la Galería Dalmau, de la calle Puertaferrisa, y asisten a ella, críticos de Arte y pintores de gran solvencia; núcleo éste, del que surgirá la Escola Deis Bells Oficis, dirigida por Francisco de A. Galí. Por indicación de Folch i Torres, Puig Barella, pasa a formar parte de ella, lo que le permite conocer otras técnicas como el esmalte, cerámica, repujado, vidrio, escultura, etc., al tiempo que continúa su estrecha relación con Torres García.

En 1920 la Diputación crea unos Cursos de Verano de tres meses de duración, dedicados a Decoradores, Arquitectos, Escultores y Maestros y Puig Barella es nombrado Profesor de Dibujo y Color. Allí precisamente, conoce a la que iba a ser su esposa, que asiste a ellosen calidad de Maestra. Al cabo de unos años, Primo de Rivera liquida la Mancomunidad y con ella la Escuela de Bells Oficis pierde su carácter y se une a la Escuela del Trabajo, con la denominación de Oficios Artísticos. Prat de la Riba ha muerto, Torres García se va de España Obiols se coloca de dibujante en la Casa Guarro, y Puig Barella realiza trabajos esporádicos; dibuja para Comín, litógrafo de la Casa Thomas-hace retoques para un afamado estudio fotográfico; hace unos piro1 grabados que le encarga Ventura Gassol, para unas cajas de madera Hasta que le reclaman de nuevo en la Escuela, en la que continuia como profesor de la misma dando clases de dibujo, color y composi-ción. Allí trabaja juntamente con Rigal (Vidrio), Pablo Gargallo (escuitura), Jaume Mercade (Joyería), Tomas Aymat (Tapicería), Amargos (Arquitectura), Feliu Elias (Dibujo) y Llorens Artigas (Cerámica)- en su mayoría alcanzarían todos ellos gran renombre como innovadores en cada una de sus facetas artísticas. Entre todos, fundan una sección de Pre-Aprendizaje de cuyo Plan se encargó Puig Barella. Y así continuó impartiendo clases a distintas generaciones de alumnos durante 45 anos...

Sin embargo tantos años de labor pedagogico-artística no le aparta de la pintura de caballete, que es su verdadera pasión. Puig Barella irá pintando y exponiendo en diferentes muestras- Galería El Jardín, Cercle Maillol, Els Blaus de Sarria, Salones de Octubre, Grifé Escoda, Bonanova, Layetana, Gioconda, Unión y Arte de Bilbao (1a Medalla), Comarruga (2.a Medalla), Gal-lé, Leonardo daVinci de Logroño, etc. Asimismo y por mediación del marchand Sergio Civill representante de varias Galerías en América, vende sus cuadros en Argentina, Brasil, Méjico, Canadá, Estados Unidos, y también en Suecia y Alemania, por lo que gran parte de su obra se encuentra extranjero.

Aparte de la relación profesional con los compañeros de trabajo de la Escuela, traba amistad y continuadas veces sale a pinta Togores, Joan Miró, Darius Vilas, Joaquín Sunyer, Gausachs Badrines, Dalí, Humbert, etc.

Perteneció al Grupo D'Art Nou y al Cercle Maillol, habiendo tomado parte en cuantas exposiciones organizaron estas dos Agrupaciones Barcelonesas.

Su pintura mantiene, toda ella, y a pesar de su evolución a través de los años, un estilo muy personal, no perdiendo nunca su ingenuidad y frescor. Desde los primeros tiempos se inclinó Puig Barella I el primitivismo estético que definía el estilo de Torres García en su primera época, y fue sintetizando sus figuras y desnudos hasta alcanzar una original delicadeza e ingenua expresión. En sus cuadros de temas paisajísticos, que constituyen la mayoría de su obra, se aprecian idénticas condiciones de natural esencialidad y pulcritud de ejecución.

Pese a la natural modestia de Luis Puig Barella, que ha sido siempre poco partidario de la exhibición pública de sus obras siempre tenido gente detrás de él interesada en hacerlo , y de publicarle varios libros importantes; uno ellos dentro de la Colección GRANDES MAESTROS DE LA PINTUFl ESCULTURA CATALANAS, debido a la pluma de Daniel Gir Miracle, con prologo de Alexandre Cirici Pellicer y el otro GRANDES MAESTROS DEL ARTE MODERNO. Realizó abundantes exposiciones en las galerías Grifé, Escoda,Bosanova, Laietana y Gal.lé de Barcelona.

Puig Barella, fallece el 1 de Mayo de 1984, a los noventa años de edad.

Texto de D. Lorenzo García-Diego Pérez (Gran Enciclopedia Vasca 1984)

 


CRÍTICA

Los impresionistas dependían de la retina, los cubistas del cerebro, Puig-Barella y los fauvistas de la exacerbación intuitiva de colores y formas al registrar los datos visuales.

Las gamas adquieren una voracidad capaz de transformar en rojo la copa de un árbol, azules las piedras, liláceos los montes, rosa los campos, violetas las fachadas, amarillos los pueblos, morados los objetos, trasmutando la coloración correspondiente a cada motivo. La modulación y la armonía es puramente subjetiva, fruto de un choque entre lo real y lo simbólico, la imitación y la invención, lo tangible y lo onírico.

Esta utilización ficticia del color le ha abocado en ocasiones a una faceta surrealista de los temas, que ha tenido particular predominio en el paisaje. Cadaqués y algunos pueblos de la Costa Brava manifiestan un toque daliniano en su atmósfera inmaterial y misteriosa profundidad.

El desnudo femenino se hace más flexible, gana en fragili-dad y pierde en contundencia, se aleja de cualquier modelo real, busca la máxima síntesis entre forma y figura, lo que da una cier-ta aura musical a las poses de sus mujeres. Las actitudes de éstas son lánguidas, inmóviles, marcadas por unos perfiles de aristas vivas y planos simplificados. Establece un contraste entre las formas delicadas de cadencia trémula y armoniosa y las siluetas incisivas de torsos y rostros.

La mujer, para Puig-Barella, no es un símbolo de la Belleza o de la Idea, como lo fue para Ingres, ni de la sensualidad pánica como lo fue para Renoir, es un personaje siempre diverso cuyo rostro y cuerpo permite un sinnúmero de matices e interpretaciones en las que unas veces da predominio a la composición y sus ritmos y, en otros, a la intimidad manifestada a través de suaves epidermis.

En ningún momento se propone magnificar las formas femeninas, simplemente presenta un ideal de mujer atemperado, de discreto lirismo, cuya placidez neutraliza cualquier posible voluptuosidad. Sus desnudos no esconden una indolente y calmosa pasividad. Son figuras resignadas, llenas de sosiego, en estado latente, pese a que de vez en cuando les da un toque ita-lianizante, una nota boticelliana, o un rasgo modiglianesco.

Es solamente en los bodegones donde Puig-Barella se aparta del rigor novecentista en cuanto a temas y sobre todo en cuanto a composiciones. El peso de las enseñanzas de Torres-García, su teoría de la pintura mural, y la sujeción a la "verdad", son mucho más libres en los bodegones que en el paisaje o la figura femenina. No en balde pudo visitar en las Galerías Dalmau -sede última de la "Escuela de Decoración"- la exposición de Cézanne, la de los Cubistas y más tarde la de los Surrealistas, que le suministraron pautas más variadas y renovadoras. Si por respeto al paisajismo se resiste a introducir innovaciones de forma o factura, en el bodegón se sentirá con mayor desenvoltura y deseos de experimentación. De los tímidos tanteos estructuradores a lo Cézanne, pasa a composiciones valientes y atrevidas a lo Braque, a densos bloques colorísticos a lo "fauve", o a decididos desdoblamientos cubistas.

Un particular afán de síntesis reduce los temas de cada bodegón a contornos simples y vigorosos. Las sombras pasan a ser un elemento más de composición a conjugar entre las masas y ritmos. sus apetencias. Así tiende a mejorar las cosas. A añadir un árbol florido al paisaje demasiado verde o a colgar una rama con frutos si hay un espacio de cielo descompensado.

Daniel Giralt-Miracle
Autor de la monografía “Puig Barella”

 

Como en los viejos ritualismos de Oriente, pero también como el ritualismo individual de tantos marginados del «art brut», su ritual le lleva a no dejar nada al azar; con ello, no sólo mejora las formas, haciéndolas por ejemplo más convexas y puras, más almendradas, a la manera de Brancusi y Modigliani, sino a condensar los vacíos, campo de acción de lo cromáticamente indeterminado, para sustraerlos al azar mediante una ocupación, que se traduce en el «horror vacui».

El ritualismo popular de los azulejos pintados y de los bojes de estampas le ayudó, pero le ayudaron también los que, como el citado Modigliani, habían recorrido una parte de un mismo camino aunque con un silencio de lo individual muy distinto a la verbosidad mediterránea de nuestro Puig Barella.

Hombre de un gran amor a Cataluña, como paisaje y como pueblo, a veces coincide con otros seg-mentos de camino de los que comulgaron con estos amores. No sólo su maestro fundamental Torres-García, sino el Xavier Nogués de la gente o el Mercado de la tierra.

Su Cataluña es la Cataluña ideal de los «nou-centistes», paradójicamente hija de sus propios hijos, soñada por ellos. Más la del popular Salvat Papasseit que la del aristocratizante Carner, pero mucho más todavía la de las plazas, las calles y las playas, de las canciones adoptadas por el pueblo o de las sardanas de Bou.

Su tarea fue paralela a la de otro discípulo de Torres-García, Obiols. Pero mientras Obiols encarnaba su entusiasmo de neófito de la segunda generación novecentista por los caminos de una cultura refinada, de viajes, de libros y de fotografías, con mucho Bizancio y mucho Quattrocento, Puig Barella encaminó los mis-mos sentimientos por el camino de la realidad popular de su entorno familiar e inmediato. Cada uno cumplió con su marco histórico.

Puig Barella es insustituible. Sin él, habría un inexplicable vacío.

Alexandre Cirici Pellicer
Presidente de la Asociación Internacional de Críticos de Arte


BIBLIOGRAFÍA

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  • BENET, RAFAEL: Manuel Humbert. Ed. La Gran Enciclopedia Vasca, Bilbao, 1974.
  • CIRICI, ALEXANDRE: L'art cátala contemporaní. Ed. 62, Barce-lona, 1970.
  • CORREDOR-MATHEOS, J., y GIRALT-MIRACLE, D.: La pintura en el siglo XX. Salvat Ed., Barcelona, 1975.
  • DÍAZ PLAJA, GUILLERMO: Estructura y sentido del Novecentis-mo español. Alianza Ed., Madrid, 1975.
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  • GIRALT-MIRACLE, DANIELL: Puig Barella.Editorial La Grán Enciclopedia Vasca. Bilbao,1981.

Revistas y catálogos:

  • Artes Plásticas. N.° 11, set/oct. 1976. Barcelona. Especial dedicado al Noucentisme. Varios autores.
  • Cuadernos de Arquitectura. N.° 113. C.O.A.C.B. Barcelona. Ex-traordinario Serie Archivo Histórico: Noucentisme. La arqui-tectura y la ciudad. Varios autores.
  • Galerías Dalmau. Catálogo exposición C.O.A.C.B. Texto Alexan-dre Cirici. Lf aportado de Josep Dalmau. Febrero-marzo, 1969.
  • Mundo Hispánico. N.° 326, mayo 1975. Madrid. Extraordinario dedicado a Torres-García. Varios autores.





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